Las fístulas perianales son formaciones tipo túnel que aparecen en la piel y los tejidos más profundos que rodean a la zona anal de los perros. Las lesiones varían en gravedad, pero al principio aparecen como pequeños orificios exudativos en la piel. Estos orificios se pueden volver más anchos y profundos y rodear toda la circunferencia del ano. Aunque esta enfermedad puede producirse en cualquier perro, habitualmente los pastores alemanes se ven más afectados. Se cree que la posición de la cola, que llevan con frecuencia entre los huesos de la cadera, cubriendo el ano, es un factor que los predispone. Las fístulas perianales pueden provocar dolor y molestias intensos y, si no se controlan, pueden ser responsables de una notable disminución de la calidad de vida. Es posible que los perros afectados tengan diarrea crónica al mismo tiempo, debido a una enfermedad intestinal inflamatoria; de hecho, las dos enfermedades podrían estar relacionadas. Esta enfermedad muestra muchas similitudes con la enfermedad de Crohn de los humanos.
La mascota puede mostrar signos de:
- defecaciones dolorosas
- esfuerzo al defecar
- estreñimiento
- diarrea
- mucosidad o sangre en las heces
- lamerse o mordisquearse el ano en exceso
El dolor crónico en la zona afectada puede hacer que la mascota se muestre inquieta y se queje cada vez que vaya a defecar. Algunos perros afectados se resistirán a que le levanten la cola o tratarán de morder a la persona que lo haga.
Un examen físico completo debe incluir una exploración rectal digital, dado que la infección u obstrucción de los sacos anales también puede provocar fístulas perianales (figuras 1 y 2). La mascota puede necesitar un sedante si resulta doloroso. Es posible que se extraigan muestras de células o tejido de los sacos anales o de la fístula, para examinarlas bajo el microscopio (citología por aspiración o histopatología) o para realizar un cultivo bacteriano y una prueba de sensibilidad.
Dado que la enfermedad reaparece en hasta un 80 % de los perros (dependiendo del tratamiento), los tratamientos médicos y quirúrgicos se combinan habitualmente para mejorar los resultados a largo plazo. El tratamiento médico lo realiza en muchas ocasiones un internista o dermatólogo veterinario certificado por el colegio.
Las estrategias para el tratamiento médico incluyen:
- un cambio en la dieta a una dieta basada en nuevas proteínas
- antibióticos como metronidazol
- medicamentos antiinflamatorios o inmunodepresores orales, como prednisona, ciclosporina y azatioprina
- medicamentos inmunodepresores tópicos, como tacrolimús
El tratamiento quirúrgico se realiza habitualmente en las siguientes situaciones:
- cuando las lesiones son pequeñas,
- para extraer los sacos anales afectados,
- si las fístulas no se curan por completo después del tratamiento médico o
- para que el perro se sienta más cómodo en casos graves o recurrentes.
El tratamiento quirúrgico puede usarse para eliminar el tejido necrótico (muerto) asociado con los trayectos fistulosos y favorecer la curación. La criocirugía y cirugía láser se utilizan habitualmente. Durante la criocirugía, los tejidos enfermos se congelan con una sonda especial (figuras 3 y 4). Estos tejidos mueren y, con el tiempo, se desprenden, permitiendo que se produzca la curación. La congelación de los tejidos puede hacer que el perro sienta menor dolor inmediatamente después de la cirugía. Los láseres se pueden utilizar para destruir el revestimiento de las fístulas; como con la congelación, los tejidos dañados mueren y con el tiempo la zona se cura.
Otra técnica quirúrgica empleada en casos seleccionados es la amputación de la cola. La eliminación de la cola puede permitir una mejor aireación y limpieza de la zona, que facilitará la curación de las fístulas existentes y también ayudará a disminuir la tasa de reaparición.
Los perros a los que se realiza una criocirugía o una cirugía láser tendrán heridas abiertas durante varias semanas que necesitarán una delicada limpieza diaria para eliminar el tejido muerto, las bacterias y la materia fecal de la zona. Pueden añadirse al tratamiento laxantes (ablandadores de las heces) como la lactulosa, especialmente en perros con dolor intenso durante la defecación. Algunas de estas mascotas necesitarán usar un collar isabelino en todo momento, para evitar la automutilación.
Desafortunadamente, las fístulas perianales pueden requerir un tratamiento médico de por vida, con dietas especiales y medicamentos que depriman el sistema inmunitario. Estos medicamentos pueden tener efectos secundarios graves y nunca deben combinarse con otros medicamentos (incluidos los medicamentos para la artritis), salvo que lo apruebe el veterinario de atención primaria. El pronóstico de curación inicial de las lesiones tempranas es bueno; sin embargo, la reaparición es frecuente, especialmente en perros con una enfermedad de moderada a grave. El daño crónico a la región perianal provocado por las fístulas perianales o después de múltiples cirugías puede afectar la inervación de la zona, provocando incontinencia fecal (cuando los animales no pueden controlar cuándo y dónde defecar).
No se conocen medidas preventivas eficaces. Las dietas de alta calidad pueden reducir la posibilidad de sufrir enfermedades intestinales inflamatorias y alérgicas, que están asociadas con frecuencia a las fístulas perianales. Dado que los pastores alemanes tienen un mayor riesgo de padecer la enfermedad, la herencia posiblemente desempeñe algún papel en el desarrollo; por tanto, los perros con fístulas perianales no deben procrear.
Effective preventive measures are not known. High quality diets may decrease the chance of inflammatory and allergic intestinal diseases, which are often associated with perianal fistulas. Since German shepherds are at an increased risk for the disease, heredity may play some role in their development; thus, dogs with perianal fistulas should not be bred.