Las glándulas tiroideas son estructuras pareadas que se ubican junto a la tráquea, aproximadamente a la mitad del cuello de perros y gatos. Las glándulas tiroideas son responsables de producir hormonas que resultan vitales para el funcionamiento normal del cuerpo. Los tumores tiroideos en perros pueden ser benignos (adenoma) o malignos (carcinoma). Los tumores benignos suelen ser de mayor tamaño y pueden producir un exceso de hormonas; los tumores malignos también se pueden diseminar a otras partes del cuerpo. Aunque los tumores benignos de la glándula tiroidea son habituales en los gatos, la mayor parte de los perros tienen tumores malignos. Los tumores tiroideos se ven habitualmente en perros de razas grandes de mediana edad o mayores, como bóxers, beagles, golden retrievers y huskies siberianos.
Los perros con tumores tiroideos posiblemente no tengan síntomas o puedan desarrollar una masa en la zona del cuello (figura 1). Si la masa comprime la tráquea, estos perros pueden presentar dificultades para respirar o tos. Si la masa está presionando el esófago, el perro puede tener náuseas o dificultades para tragar. Algunos perros pueden presentar cambios en el ladrido, perder peso o perder el apetito. Aunque la mayoría de los tumores caninos son malignos, rara vez producen un exceso de hormonas, lo que se asocia con los signos clínicos de hipertiroidismo, como:
- inquietud
- aumento del apetito
- pérdida de peso
- anomalías en el pelaje
- beber y orinar más de lo habitual
Los tumores tiroideos se pueden encontrar ocasionalmente en una ubicación del cuello apartada de las glándulas tiroideas normales o incluso bajo la lengua o en el tórax.
Las masas tiroideas ocasionalmente provocan hinchazón del cuello que puede apreciarse en radiografías, pero otras técnicas de obtención de imágenes como la ecografía o la tomografía computarizada (TC) resultan mejores para evaluar el tamaño y la invasión del tumor. El diagnóstico definitivo se basa en el examen microscópico de una muestra de tejido. Debido a la naturaleza muy vascularizada del tumor, deben evaluarse los parámetros de coagulación, utilizando análisis de coagulación sanguínea antes de realizar una biopsia o una cirugía.
Se realizan habitualmente pruebas adicionales antes de la cirugía para estadificar los tumores. Las radiografías o TC de tórax, las ecografías abdominales y los análisis de sangre se utilizan para investigar si hay evidencias de producción de la hormona tiroidea o de metástasis (diseminación del cáncer) y para evaluar el funcionamiento de los otros órganos.
La extracción de estos tumores puede resultar difícil porque los tumores pueden invadir vasos sanguíneos locales u otros tejidos (figura 2). Debido a que los tumores que son grandes o invasivos pueden ser difíciles de extraer, está indicada la remisión a un cirujano veterinario certificado por el Colegio Estadounidense de Cirujanos Veterinarios (ACVS) en el caso de cualquier tumor grande o fijo. Con frecuencia se recomienda radioterapia o quimioterapia para las masas que se extrajeron de forma incompleta o que son demasiado grandes para eliminarlas quirúrgicamente.
El tratamiento con yodo radioactivo (I-131) ha demostrado ser un método auxiliar eficaz en el tratamiento de los tumores tiroideos. El I-131 se puede utilizar en pacientes que son malos candidatos para la extracción quirúrgica o en pacientes en los que se ha identificado invasión vascular a pesar de la extracción quirúrgica.
La revisión, por un patólogo, del tumor extraído es importante para determinar si estos tratamientos adicionales (quimioterapia, radioterapia o tratamiento con I-131) resultarían beneficiosos para la mascota. La evaluación patológica de los tejidos extraídos puede incluir tinciones especiales (inmunohistoquímica) que ayudan a los veterinarios a ajustar el tratamiento de seguimiento del tumor.
Después de la cirugía el perro podría tener que llevar un vendaje suave alrededor del cuello. Debe evitar ponerle al perro cualquier correa o collar alrededor del cuello hasta que se haya recuperado de la cirugía, habitualmente en 10 – 14 días. Utilice en cambio un arnés corporal para pasear a su mascota. Durante este período debe limitar la actividad de su perro.
Siga las indicaciones del cirujano veterinario respecto a los medicamentos que puede necesitar su mascota después de la cirugía. Si se extraen ambas glándulas tiroideas, es posible que el veterinario tenga que comprobar los niveles de calcio del perro varias veces durante la recuperación, debido a que se ha extraído algo de tejido paratiroideo con las glándulas tiroideas (las glándulas paratiroideas están relacionadas con la regulación del calcio).
La extracción quirúrgica de los tumores tiroideos consigue los mejores resultados si la masa se mueve libremente, tiene menos de 4 cm de tamaño, no es metastásica (no se ha diseminado) y puede extraerse por completo. Puede lograrse una supervivencia a largo plazo (1 a 3 años) en perros, dependiendo de las características histológicas observadas por el patólogo y si se ha producido un diagnóstico temprano antes de la invasión local o la enfermedad metastásica (diseminación). Los pacientes tratados con cirugía y un tratamiento con I-131 de seguimiento, tienen una supervivencia media de 34 meses.
Siempre hay riesgos asociados con la anestesia general. Las complicaciones específicas de la extracción de tumores tiroideos en perros incluyen hemorragia o daño del nervio laríngeo recurrente, que es responsable del movimiento de la laringe (cartílagos de las vías respiratorias superiores) durante la respiración y al tragar. Los perros a los que se les han extraído ambas glándulas tiroideas posiblemente experimenten niveles bajos de calcio (hipocalcemia) o de hormonas tiroideas (hipotiroidismo), que pueden requerir tratamiento con medicamentos. Por último, puede producirse algo de hinchazón de la incisión del cuello después de la cirugía.