La bolsa gutural es una estructura única que tienen los caballos y solo unas pocas especies más. Se trata de una prolongación de la trompa de Eustaquio, un conducto lleno de aire que conecta la garganta con el oído medio. Hay dos bolsas guturales (una en cada lado) y se localizan justo debajo del oído, en la región de la garganta, a la altura del ahogadero (figura 1). Todavía se desconoce la función de estos sacos especializados llenos de aire, pero algunos de sus posibles usos son la ecualización de la presión en la membrana del tímpano, el calentamiento del aire inhalado, el funcionamiento como caja de resonancia para la vocalización y la ayuda para el enfriamiento de la sangre que fluye hacia el cerebro durante el ejercicio.
Cada bolsa gutural está dividida en dos compartimentos por el hueso estilohioideo (figura 2). Varios nervios importantes recorren las paredes de la bolsa gutural y controlan los músculos que participan en la deglución, la función de las vías respiratorias altas y la expresión facial. Además, diversos vasos sanguíneos importantes, en concreto la arteria carótida interna, la carótida externa y la arteria maxilar discurren a lo largo de las paredes de la bolsa gutural para aportar riego sanguíneo al cerebro y la cabeza.
La micosis de la bolsa gutural es una infección fúngica de una o de ambas bolsas guturales. Se forman placas fúngicas en el interior de las bolsas guturales, por lo general a lo largo de las paredes de los principales vasos sanguíneos (las arterias carótida interna, carótida externa y maxilar) (figura 3). Con el paso del tiempo, el hongo puede erosionar la pared de los vasos y causar una hemorragia potencialmente mortal. Si no se trata, esta alteración suele terminar en una hemorragia letal. No se conoce la causa de la micosis de la bolsa gutural, pero el hongo Aspergillus es el que se identifica con más frecuencia en estos casos. No hay predisposición por edad, sexo, raza ni ubicación geográfica.
El signo más común que podrán observar los propietarios del caballo es una hemorragia nasal de moderada a grave. Se produce porque el hongo erosiona la pared de una de las arterias situadas en la bolsa gutural. La sangre suele ser de color rojo brillante. Es posible que al episodio mortal le precedan varias hemorragias nasales más leves, pero cualquier expulsión de sangre a través de uno o ambos ollares debe considerarse una urgencia y hay que contactar de inmediato con el veterinario de atención primaria para que evalúe el caso.
El segundo signo más común es la disfagia o dificultad para comer y tragar. Ocurre si el hongo daña uno o varios de los nervios que controlan el movimiento de la lengua y la deglución. Es posible que los caballos con disfagia tengan problemas para tomar el alimento, masquen o dejen caer el pienso, tosan y tengan secreciones nasales que contengan pienso mientras comen, así como que acumulen pienso en los carrillos, porque no pueden tragar bien.
Otros signos clínicos que se observan con menor frecuencia en caso de micosis de la bolsa gutural son el desarrollo del síndrome de Horner (párpado caído, pupila estrecha, ojo hundido y sudoración irregular en un solo lado del cuello), secreciones nasales de color blanco, postura anómala de la cabeza y dolor en la región de la garganta a la altura del ahogadero. Además, pueden oírse ruidos respiratorios anómalos debidos al daño a los nervios de los músculos de la garganta.
La endoscopia de la bolsa gutural es el método de referencia para diagnosticar la micosis de la bolsa gutural. Consiste en introducir un endoscopio, que es una pequeña cámara flexible, en las bolsas guturales a través de la nariz. Si se examina al caballo poco después de una hemorragia nasal, es frecuente ver sangre saliendo de una o de ambas aberturas de las bolsas guturales (figura 4). Dentro de las bolsas guturales pueden verse placas fúngicas, que parecen membranas de color blanco, pardo y/o negro, recubriendo uno o varios vasos sanguíneos (figura 3). La aparición de placas fúngicas en el interior de la bolsa gutural confirma el diagnóstico de micosis de la bolsa gutural. El tamaño de las placas fúngicas puede variar, pero el tamaño de la lesión no tiene relación con la gravedad de la enfermedad.
Tratamiento farmacológico
El tratamiento farmacológico de la micosis de la bolsa gutural consiste en la infusión de antifúngicos tópicos en la bolsa gutural afectada, acompañados o no de antifúngicos sistémicos. La respuesta al tratamiento tópico suele ser lenta (tarda hasta 5 meses) y el éxito de este tratamiento es muy variable. También existe un riesgo importante de que se produzca una hemorragia mortal durante el tratamiento. Por lo tanto, el tratamiento farmacológico no suele recomendarse.
Tratamiento quirúrgico
Hay varias opciones quirúrgicas para tratar a caballos con micosis de la bolsa gutural. El objetivo de la mayoría de los tratamientos es ocluir o bloquear la arteria afectada para eliminar el riesgo de hemorragia. Una vez que se haya eliminado el riego sanguíneo al hongo mediante la oclusión de la arteria, las lesiones fúngicas suelen remitir sin tratamiento adicional (figura 5). Un cirujano veterinario certificado por el Colegio Estadounidense de Cirujanos Veterinarios (ACVS, por sus siglas en inglés) puede ayudar al propietario a determinar cuál es la mejor opción quirúrgica para su caballo en función de las estructuras afectadas por el hongo.
- Oclusión de la arteria carótida interna mediante catéter con balón. Con esta técnica se coloca en la arteria carótida interna un balón hinchable unido a un catéter flexible a través de una pequeña incisión en la parte superior del cuello. Cuando el balón se ha colocado correctamente en la arteria carótida interna, se hincha, deteniendo así el flujo sanguíneo través de la arteria. El extremo del catéter se enrosca y se fija bajo la piel. El balón y el catéter suelen retirarse 1-4 semanas después de la intervención.
- Embolización transarterial con espirales o tapones. En este procedimiento se colocan pequeñas espirales o tapones vasculares en los segmentos arteriales afectados para detener el flujo sanguíneo. Las espirales y los tapones están diseñados para expandirse una vez que se colocan en el lugar adecuado dentro de la arteria. Se consigue que se forme un coágulo de sangre rápidamente y el flujo sanguíneo se detiene. En comparación con la técnica del catéter con balón, este procedimiento permite colocar las espirales o los tapones con más precisión, porque se colocan con guía radioscópica. La radioscopia es una técnica de imagen que utiliza rayos X y permite al cirujano trazar un mapa del recorrido de las arterias y visualizar directamente la colocación correcta de las espirales/los tapones en un arteria concreta en tiempo real (figura 6). Así se elimina el problema de la variabilidad individual que puede existir en cada caballo y se garantiza que se ocluyan los vasos correctos. El equipamiento especializado necesario para utilizar esta técnica hace que el procedimiento esté menos generalizado.
El tratamiento posoperatorio de los caballos tras la intervención quirúrgica por micosis de la bolsa gutural varía mucho en función de las estructuras afectadas por el hongo. En caballos cuyo único signo antes de la operación eran las hemorragias, el tratamiento posoperatorio suele ser mínimo. Las lesiones fúngicas suelen remitir entre 30 y 180 días después de que se haya ocluido la arteria afectada, y no son necesarios tratamientos antifúngicos adicionales. Si el caballo no muere como consecuencia de una hemorragia nasal importante y la intervención quirúrgica se realiza lo antes posible, el pronóstico suele ser bueno.
Si hay signos de disfunción nerviosa antes de la intervención, el caballo puede requerir tratamiento posoperatorio adicional u otros procedimientos quirúrgicos. Los caballos con dificultad para comer pueden necesitar nutrición intravenosa o que se los alimente a través de una sonda introducida en su estómago. Los caballos con disfunción de las vías respiratorias altas pueden necesitar otras intervenciones quirúrgicas para tratar ese problema. La recuperación de la función nerviosa puede ser lenta y tardar entre 6 y 18 meses, y algunos caballos nunca se recuperan del todo.